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Afortunadamente hoy vemos como se ha instalado un debate que hace años se vio postergado por dirigencias cómplices o carente de idoneidad para el desarrollo del mismo, cuando no, con ausencia de autoridad moral. Y no solo con respecto a medidas puntuales sobre un tópico tan urticante como lo es el conflicto con el campo, sino, que proyecto o modelo de país expresan los sectores en pugna y cuál es la cosmovisión del hombre y de la historia que subyacen en las posiciones asumidas, más allá de errores de coyuntura que pudimos advertir como espectadores o activistas en uno u otro sentido. Arturo Jauretche protagonista de las famosas polémicas, nos alcanza hoy; y plumas relevantes asumen opiniones encontradas, como si en el seno del campo nacional estuviera el verdadero debate de la significancia e importancia de lo que nos concierne a todos. Desde otros lugares la cosa parece muy clara, nada se discute. Y también esto despierta suspicacia.
Con Uds. Luis Brunati y Norberto Galasso
Aldo Battisacco
OPINION
El enemigo principal
Por Luis Brunati *
Saludamos el tono del artículo de Norberto Galasso (en Página/12, el 2 de febrero pasado), aunque no la tendencia a eludir los temas de debate. En efecto, Galasso enumera los temas, pero lo que interesa no es saber cuántos son, sino qué opina sobre cada uno de ellos. También se dice que el artículo de Alcira Argumedo (en Página/12, el 27 de enero) no refutó “las apreciaciones correctas de Barcia sobre la mortalidad infantil”. Al respecto, creo conveniente señalar que el hambre es un crimen siempre, e independientemente de la variación de uno o dos puntos en los guarismos. Sin embargo, en el caso particular de la Argentina, el hambre es un crimen calificado, consentido y evitable. ¿Cómo se puede justificar que en un país que produce 134 millones de toneladas de alimentos y una renta inmensa discutamos el tema en base a cifras del Indec, cuyo contraste con la realidad es para todos inquietante? Aquí, es un tema de prioridades y voluntad política. ¿Qué es prioritario, pagar deuda externa o salvar vidas? Tanto Menem, como De la Rúa y la gestión K han privilegiado el pago de los servicios de la deuda externa, además de aceptar que los recursos petroleros y mineros se extraigan sin control público y se exporten dejando las divisas en el exterior. El ciento por ciento para el caso de las mineras y el 70 para las petroleras, tema denunciado reiteradamente por Pino Solanas y Proyecto Sur.
No obstante, la clave del artículo de Galasso está en la definición del “enemigo principal”. Al respecto, ya nadie discute que, utilizando el terrorismo de Estado, la dictadura militar contribuyó a consolidar un nuevo bloque de poder hegemónico en el país, conformado por grupos económico-financieros locales y externos –incluyendo a los grandes propietarios de tierras, cada vez más concentradas y extranjerizadas– con el apoyo de Estados Unidos, países europeos, el FMI y el Banco Mundial. Estos fueron los beneficiarios del saqueo de recursos públicos y sociales durante los treinta años siguientes, comenzando por el carácter fraudulento de la deuda externa y la estatización de la deuda privada, realizada por Domingo Cavallo desde el Banco Central, durante la dictadura. Con el retorno de la democracia, la fortaleza alcanzada por ese bloque de poder, sumada a la escasa voluntad política, permitió desarticular el Estado de Bienestar y el Estado Empresario y la potestad soberana del Estado Nacional, facilitando un descomunal traslado de recursos públicos y sociales en favor de los nuevos dueños de la Argentina.
Así, el saqueo articulado al amparo del terror durante la dictadura se consolidó en democracia a través de verdaderas estructuras de corrupción, conformadas por los grupos económico-financieros, parte de la dirigencia gremial y los dos partidos mayoritarios.
La alternancia bipartidista –incluyendo la cooptación de sectores como el Frepaso– permitió la continuidad de los mecanismos de despojo: subsidios a la descentralización industrial y a las exportaciones; especulación financiera; pago de la deuda sin evaluar su legitimidad; privatizaciones leoninas; altas tarifas en dólares sobre mercados cautivos; prebendas a los “amigos del poder”; complicidades espurias; intercambio de expertos económicos o referentes políticos; “empresarios nacionales” súbitamente enriquecidos y similares; lo cual no está exento de conflictos de intereses y tensiones en su interior. Dadas las dramáticas consecuencia de esta estructura de corrupción, preocupa que se banalice el tema de la corrupción económica. En todo caso, ese bloque de poder y sus cómplices son el enemigo principal. Son ellos los que se benefician con el sacrificio y dolor de nuestro pueblo.
Precisamente, en Venezuela, Bolivia y Ecuador, las fuerzas populares lograron quebrar la trampa de ese tipo de bipartidismo. Por ello, la nacionalización de los recursos estratégicos y empresas clave para esas economías y el repudio a la deuda externa ilegítima no constituyen una “casualidad permanente”, sino movimientos clave para garantizar la redistribución de la riqueza y el bienestar del pueblo. Si se considera que solamente la derecha política, junto a la “nueva derecha” y la oligarquía rural, conforman el “enemigo principal”, por carácter transitivo parecieran pertenecer al campo del pueblo Techint, Monsanto, British Petroleum, Repsol, Pan American Energy, Shell, Esso, Ford, Barrick Gold, Minera La Alumbrera, Grobocopatel, Bunge y Born, Cargill o la Aceitera General Deheza del senador oficialista Urquía, entre otros tantos “amigos del poder”, y entonces se comprende por qué razón muchas de estas corporaciones han recibido subsidios o prebendas del orden de los 10 mil millones de dólares anuales.
En cuanto al tema de la Resolución 125, sistemáticamente se omiten varias claves. Son el diputado Lozano, los diputados del SI y el ex diputado Mario Cafiero quienes denuncian que el proyecto oficial encubre una maniobra que perjudica al Estado, en una suma superior a los 1700 millones de dólares (no pesos) y presentan un proyecto propio a favor de las retenciones móviles segmentadas, que incluye la investigación del ilícito denunciado. Este proyecto no fue llevado a votación, porque en Diputados ganó el proyecto oficial. Para colmo de males, gracias a la maniobra, el Estado nunca llegó a cobrar las alícuotas fijadas en “la 125” y que sí las agroexportadoras descontaron a los productores. Otro dato interesante es que antes del voto no positivo de Cobos, catorce diputados del Frente para la Victoria votaron en contra del proyecto oficial. Por todo ello, no es bueno que se pretenda comparar el sentido de nuestro voto con el voto de la derecha. Nosotros nos negamos a acompañar al Gobierno en el fraude, no en las retenciones. Galasso reconoce el negociado, al hablar de las acciones judiciales iniciadas por AFIP, pero soslaya que son posteriores a nuestra denuncia, cuando la maniobra entre los funcionarios del Gobierno y las agroexportadoras había tomado estado público. Pero la cosa no queda allí, la posterior ley de blanqueo exime a las agroexportadoras también de esa responsabilidad. Por todo ello, nos parece en extremo injusto que el compañero Galasso pretenda adjudicarnos “una grave responsabilidad si se frustra esta gran oportunidad”. En todo caso, si se frustrara esta gran oportunidad, no sería a causa de nuestras humildes críticas, sino a consecuencia de los propios errores políticos del Gobierno y su definición del “enemigo principal”.
Finalmente, en relación con las apreciaciones que el compañero Galasso realiza sobre la obra de Perón y, más allá de que sin duda hubo errores que no intentaré justificar, sus extraordinarias realizaciones en el campo social, los derechos del trabajador, la ancianidad, la niñez, la educación, la salud, energía, infraestructura industrial, obra pública, desarrollo tecnológico e incluso su concepción ambientalista expresada hace casi 40 años en el “Proyecto Nacional” tornan injusta cualquier comparación con gestiones posteriores.
* Docente, integrante de la mesa nacional de Proyecto Sur.
Respuesta de Norberto Galasso
OPINION
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-120467-2009-02-24.html
El enemigo principal (polémica)
Por Norberto Galasso *
En Página/12, el 17 de febrero último, el compañero Luis Brunati se suma a la polémica que venimos desarrollando acerca de si Proyecto Sur debe atacar frontalmente y con todo furor al Gobierno, considerándolo el enemigo principal, como lo está haciendo (Pino dice: “Kirchner es perverso”, “traidor”, “el Gobierno es antinacional y antipopular”, “Scalabrini Ortiz y Jauretche habrían visto con simpatía esta protesta rural”, “Scalabrini no estaría en Carta Abierta”, etc.) o si, en cambio, corresponde una crítica lateral, reconociendo aciertos –empujando, para profundizarlos– y señalando errores. Aquí reside el aspecto central de la discusión: quién es el enemigo principal, que ahora retoma Brunati.
Le contesto: lea el compañero Luis el diario La Nación, mire los noticiosos de TN, observe la perversidad de la casi totalidad del periodismo televisivo y la opinión de la casi totalidad de la dirigencia que aparece en “los medios” –ferozmente opositora al Gobierno– y se convencerá de que no puede coincidir con ellos. López Murphy, Carrió, Escribano, Grondona, la Mesa de Enlace agropecuaria, Longobardi y tantos otros saben bien quién es “el enemigo principal de ellos” y en este momento le apuntan agresivamente, con burlas y saña, al kirchnerismo. Por tanto, Luis, éste no puede ser, al mismo tiempo, el enemigo principal de Proyecto Sur.
Esta gente antinacional y antipopular pretendió “desgastar” al Gobierno, quiso voltearlo con un cacerolazo, logró debilitarlo con sus cortes de ruta, se apropió del cerebro de gran parte de los sectores medios reverdeciendo el gorilismo, apelando al racismo “anticabecita”, al machismo –incluso al “machismo de las mujeres”– ensañándose con Cristina y ahora intenta organizar algo parecido a la Unión Democrática, aunque en dos alas. Una, la liberal-oligárquica de Carrió –UCR en declinación conservadora, traidores como Cobos y hombres de paja del imperio como “el Bulldog”, con el aporte de la hija de Pepe Estensoro y la prepotencia aristocrática de una Bullrich Luro Pueyrredón, renegada de sus osadías juveniles. La otra, la monstruosa degeneración de un sector del peronismo, que retoma la línea menemista-duhaldista, con millonarios como De Narváez, oportunistas como Solá y el fantasma del viejo Pinedo resurrecto en su nieto. Todos ellos, juntos o separados, se esmeran por bajar el telón sobre la experiencia de Néstor y Cristina. A su vez, Fidel, Chávez, Lula, Evo y Correa no quieren que esto ocurra porque consideran a la pareja como compañeros del hundimiento del ALCA y de la necesaria reunificación de América latina con Banco del Sur, moneda latinoamericana y comité de defensa ante cualquier prepotencia imperialista.
De esto no hay duda alguna. Vos me decís en tu artículo que también son enemigos Bunge y Born, Urquía, la Aceitera General Deheza, Monsanto, etc., ¡qué duda cabe! Sólo que el diputado de Proyecto Sur votó a favor de esos intereses sojeros contra la Resolución 125 con el alborozo de La Nación, Clarín, Perfil y otros (lo menos que cabía era abstenerse). También mencionás a otros que, esos sí, hacen buenos negocios como las grandes empresas mineras y petroleras. No eludí este tema –como me criticás por mi nota anterior– ni lo eludo ahora. Digo que hay “amigos del poder”, efectivamente, como también los hay en todos los movimientos que algunos catedráticos llaman despectivamente “populistas”, incluso en el peronismo del ’45. Pero esos negocios no alcanzan para confundir los campos. Son suficientes sí, para señalar compromisos, contradicciones, concesiones del Gobierno. Por eso hay que empujarlo, movilizando al pueblo, para que profundice su política y adopte medidas audaces en esas áreas hoy sujetas al saqueo. Pero no podés caracterizar al Gobierno solamente por esta cuestión, como ocurría con radicales y nacionalistas que conspiraban contra Perón diciendo que entregaba el petróleo o no había nacionalizado la CADE. También te puedo recordar que Perón, seguramente a disgusto, llevó al balcón de la Rosada al asesino de Sandino. ¿Esta actitud tan criticable invalidaba las nacionalizaciones, el no ingreso al FMI, el más del 50 por ciento de la participación de los trabajadores en el ingreso y tantas otras cosas positivas? Evidentemente, no. Había que hacerse el distraído si se estaba dentro del peronismo o criticarlo lateralmente, sin dejar de reconocer el carácter nacional y popular del gobierno, si se estaba en la izquierda nacional (porque de la otra izquierda mejor no hablar). Fue también una concesión cuando el General encarceló a los exilados guatemaltecos del gobierno de Arbenz derrocado por los yanquis. De esta desgraciada medida algunos sacaron la conclusión de que el gobierno era proimperialista, lo recuerdo. Así actuó gente honesta, con grandes ilusiones y quimeras. Lenin también los soportó y los calificó como “el izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”. Como vos sabés, colaboraron para que llegaran los Rojas y Aramburu, quienes liberaron a los guatemaltecos, pero fusilaron a los trabajadores peronistas y dictaron el 4161 y todo lo demás.
En mi anterior artículo decía que me sorprende que compañeros de larga lucha en el peronismo no comprendan las vacilaciones de los gobiernos policlasistas, que también las tuvo el peronismo, aun en sus mejores momentos (Actas de Chapultepec, ¿te acordás?). También me sorprende que omitan los avances de este gobierno y algo tan caro al peronismo como son los derechos de los trabajadores. Porque ahora no sólo hubo disminución de la desocupación y recupero de las paritarias, sino que desde la Comisión parlamentaria de Legislación Laboral presidida por Héctor Recalde se recuperaron conquistas que el menemismo había destruido (sextuplicación del salario mínimo, vital y móvil, suspensión de despidos sin causa, derogación de la ley Banelco, prohibición de uso de banderas extranjeras en los buques para eludir la legislación laboral argentina, limitación a ocho horas de la jornada para peones rurales, modificación de la ley de pasantías, el “dubio pro operario” en juicios laborales, jueces laborales en materia de quiebras, etc.). Y esto no lo promueve “el enemigo principal”, sino el Frente para la Victoria.
Es correcto que Proyecto Sur critique, pero, por favor, no desde el campo del enemigo, no desde La Nación y Perfil, ni en los programas de los periodistas del imperio, que se solazan escuchando las críticas. Elogien lo elogiable y critiquen lo criticable, pero con sumo cuidado para no ser funcionales a la reacción. Crezcan, desarróllense, si pueden, cabalgando junto a lo mejor del Gobierno y cuando deban votar, no le den pasto al enemigo.
También ha salido al ruedo, por correo electrónico, otro dirigente y amigo, Mario Mazitelli, quien señala que la política del imperio es “la alternancia”. Según él, el imperialismo deja hacer al centroizquierda hoy, después en 2011 vendrá la centroderecha y así sucesivamente mientras Proyecto Sur –sostiene un militante honesto como Mario– construye el partido “para hacer la revolución social”. Este supuesto poder inmenso de los sectores dominantes previendo varios gobiernos y manejando a su gusto a todos los argentinos –menos a Proyecto Sur– me sorprende porque se sustenta en categorías liberales, como centroizquierda o centroderecha, que utilizan Morales Solá y sus congéneres. Creo, en cambio, que hay una cuestión nacional que divide a la sociedad en antiimperialistas y proimperialistas y una cuestión social que la divide en explotadores y explotados. Del ensamble de ambas cuestiones nace un proyecto de Liberación Nacional en marcha hacia el socialismo.
Pero esta polémica no la voy a seguir por dos motivos. La primera, porque la egolatría es mala consejera. Y esto de que la plana mayor de Proyecto Sur (sólo faltás vos, Carlitos del Frade, y espero que no lo hagas) se prodigue en discutir conmigo puede provocarme cierta vanidad y apartarme de aquello que aconsejaba Scalabrini: “Ser uno cualquiera que sabe que es uno cualquiera”. La segunda, porque aparecen quienes rebajan el nivel de la discusión, como un tal José Luis que por correo electrónico intenta descalificarme tratándome benévolamente de “anciano”. Como se comprende, a los 72, no estoy para coqueterías, pero si la calificación viene de Proyecto Sur les advierto que si yo soy anciano, Pino es seis meses más anciano que yo.
Pero no es así, Pino, vos y yo sabemos que no somos viejos. Ocurre simplemente –como decía Jauretche– que hace muchos años que somos jóvenes y mantenemos la juventud suficiente para polemizar acerca del destino de esta América latina que insoslayablemente va hacia la unidad y al socialismo. Y, por mi parte, bajo el telón sobre esta polémica, en la certeza de que tarde o temprano las duras luchas por la liberación nacional y social nos encontrarán a todos nosotros, otra vez juntos, en la misma vereda de siempre.
* Historiador y ensayista.